Escudo de la República de Colombia

"Hay que narrar de forma distinta"

11 de febrero

Por: Mariana Delgado Barón 


Desde finales del año pasado se vienen presentando en el país masivas movilizaciones, en donde los grandes protagonistas han sido los jóvenes. Estas marchas se han caracterizado no solo por una amplia convocatoria y participación de diferentes sectores sociales, sino también por un repertorio de acción que da cuenta de la capacidad creativa y simbólica de los marchantes para alzar sus voces de protesta contra un gobierno que pareciera no querer escuchar sus demandas. Si bien han sido marchas pacíficas, se ha visto la respuesta desmedida por parte del ESMAD. El cubrimiento de las marchas, por parte de los medios de comunicación, también ha sido problemático y sujeto a críticas. Conversamos con Omar Rincón, periodista y profesor asociado del Centro de Estudios en Periodismo (CEPER) de la Universidad de los Andes, sobre el paro nacional y el cubrimiento hecho por los medios de comunicación.

 

¿Cómo ha sido el cubrimiento del paro nacional por parte de los medios de comunicación?

 

Al comienzo, el cubrimiento fue pésimo. Cuando la protesta comenzó a estar más en acción, mejoró un poco y cuando terminó, en diciembre, siguió mejorando. Los medios cubrieron las pasadas protestas desde dos miradas y lo importante es ver el lugar de enunciación, desde dónde se enuncia el mensaje. Los medios enunciaban desde el lugar del establecimiento, de la oficialidad, del gobierno ¿qué significa eso? que tenían prioritariamente la agenda y la información dada por el gobierno nacional, por la Policía y por el Ejército Nacional y esto deriva en un problema de comprensión. Los medios históricamente han estado a favor del establecimiento, del poder y no solo porque los dueños de los grandes medios son los grandes empresarios, eso es un facilismo, sino porque desde comienzos del s. XX los medios se aliaron con los dueños del poder, con la élite y con el establecimiento. Los medios de comunicación en Colombia nacen como herencia de las élites liberales y conservadoras y luego, con la muerte de Gaitán, la dictadura de Rojas Pinilla y el surgimiento de la guerrilla, los medios se juegan a defender lo que ellos llaman el establecimiento y la democracia. Históricamente, el lugar del relato ha sido que los medios y el poder económico, político y social, van como un matrimonio bien establecido. Ese matrimonio tiene algunas peleas, como el periodismo de investigación o el periodismo de denuncia, pero funciona. Cuando llega el acuerdo de paz se expresa un rompimiento con esa narrativa, con esa enunciación, pero los medios siguen narrando como si siempre hubiera un enemigo del Estado. Es así como la primera forma que cubren las protestas sociales es hacer ver a los manifestantes como terroristas, como enemigos del Estado, y de la democracia, pero ni el gobierno, ni los mismos medios logran demostrar que quienes están detrás de las protestas son terroristas, entonces se quedan sin narrativa. Es así que cambia el eje de narración, ahora no son terroristas, sino “vándalos”, los medios encuentran una forma de poner a los manifestantes como enemigos del Estado. Luego el eje de relato cambia cuando los medios se dan cuenta que quienes marchan son ciudadanos de clase media, que hay jóvenes, señoras, que hay disenso y ahí mejoran el cubrimiento. Sin embargo hay un sensacionalismo porque es un periodismo que se acostumbró a transmitir la guerra en directo como si fuera un partido de fútbol, entonces cuando los periodistas salen a cubrir, cubren desde ese mismo lugar violento, sin darse cuenta de que había a una cantidad de jóvenes con muchas banderas. Los medios comenzaron a cubrir los desmanes de unos vándalos y encapuchados, los entrevistan, entrevistan a la Policía, pero no les preguntaron a los ciudadanos qué estaban haciendo y allí los ciudadanos comenzaron a decir que los medios de comunicación también son culpables. Eso en el primer tiempo, en el segundo tiempo comenzaron a escuchar las demandas ciudadanas de los manifestantes: mejorar la educación pública, cuidar el medio ambiente, etc.

Esta vez, los medios digitales como Cerosetenta se convirtieron en los medios de la marcha. La gente también transmitía en directo qué estaba pasando, eso mostró en evidencia que los grandes medios no estaban haciendo su oficio. Por último, el lugar de enunciación de las marchas defendía la libertad de expresión y desde allí se mostró que había creatividad, diversidad, disenso y así desbarataron las narrativas de los grandes medios. Estos puntos llevan a que en diciembre se comience a trabajar en un mejor cubrimiento. Pero frente a eso, Duque ni se ha dado cuenta, él piensa que los marchantes siguen en un estado de dialogar, pero le están pidiendo que haga cosas concretas. El gran ganador ha sido el acuerdo de paz, porque esto no hubiera sido posible sin acuerdo.

 

¿Qué nos dice eso sobre la censura? ¿Qué nos dice sobre la libertad de expresión en el país?

 

Para hablar de libertad de expresión hay que decir varias cosas. La libertad de expresión en Colombia tiene muchos límites, pero lo peor es que los periodistas piensan que no hay tales. La libertad de expresión funciona violentamente bien cuando el sujeto no la siente, cuando te autocensuras. La censura más grave que existe en el país es la concentración mediática, esto es que los cinco grupos económicos más importantes de Colombia sean los dueños de los cinco grupos de medios más grandes. Sarmiento Angulo es dueño de El Tiempo; el grupo Santo Domingo es dueño de El Espectador, de Caracol TV y de Cine Colombia; el tercero grupo es dueño de RCN Tv; los Gilinski son dueños de Revista Semana y los Char son dueños de los supermercados Olímpica y de Olímpica Estéreo. Cuando eso pasa, la libertad de expresión se disminuye por ausencia de diversidad de actores y de lugares de enunciación. Otro elemento de censura es la judicialización del oficio del periodismo, por cualquier cosa lo llevan a uno ante los jueces y la justicia es absolutamente autoritaria y regresiva. El tercer elemento es la intimidación violenta por parte de actores corruptos que intimidan a los periodistas. El cuarto elemento, la pauta publicitaria, también es un factor de censura, el ejemplo de Noticias Uno es muy claro, Sarmiento Angulo quita la pauta del noticiero y automáticamente este entra en crisis. El quinto elemento es la ley de medios que Mintic pasó para tener el derecho de otorgar licencias a medios de comunicación, otorgar dinero para emprendimientos digitales y para programas de radio y televisión pública, sin control de alguna autoridad competente. El sexto elemento es la pauta publicitaria del gobierno que premia a sus amigos y castiga a sus enemigos por ser libres. También existe la censura dentro del periodismo, la autocensura del propio periodista ya sea por malas prácticas periodísticas, porque no tiene diversidad de fuentes, porque no contextualiza, porque se cree parte del poder y no contrapoder, por precariedad laboral, por pereza investigativa, y así se va construyendo una matriz de autocensura. Hay otra mala práctica periodística que es la mala formación en las facultades de comunicación, nuestros periodistas no salen bien formados y las salas de redacción, que eran formadoras de periodistas, ya no lo hacen porque no hay editores que formen. Y por último llegamos a la censura que ejerce el Estado como los ejemplos de Cerosetenta y Cartel Urbano. En estos casos se da una intimidación por razones de seguridad nacional, pero estas acciones lo que hicieron fue elevar a estos dos medios a ser actores significativos. En este último caso tenemos el respaldo de una universidad que cree en la libertad de expresión, como es la Universidad de los Andes, una universidad privada que dio muestra de lo que es el respeto por la libertad de expresión. El Estado nos amedrentó pero esto tuvo el efecto contrario.

 

¿Qué mensajes hay detrás de las movilizaciones?

 

Si uno demuestra qué cosas tienen en común la marcha de Santiago de Chile, un poco la ecuatoriana, la marcha contra Bolsonaro en Brasil, la marcha en Argelia, encontramos que los jóvenes, hijos de la revolución digital, están aburridos de la vieja institucionalidad. A estos jóvenes no les sirven los políticos, ni los medios de comunicación, ni el sistema educativo, ni el judicial, tampoco les sirven las instancias que creó la democracia del s.XX, no quieren el diálogo, pero sí quieren acciones concretas. Esta generación no es de discursos, es de acciones. Ellos no quieren a esos mediadores institucionales clásicos, ni al periodista, ni al cura, ni al hippy de la O.N.G, ni al mamerto, hay un desencanto de toda esta institucionalidad. Y los medios también entran allí, porque son parte del problema. Y si no respondemos puede que esta vez se calmen, pero en Chile se demoraron 10 años hasta que reventaron el sistema.

 

Usted ya mencionó una cobertura sensacionalista del conflicto armado por la inmediatez ¿Cuál es la responsabilidad de los medios de comunicación frente al posacuerdo, frente a la construcción de paz? ¿Cuál es el papel de los periodistas allí?

 

El periodismo lo ha hecho bien en términos notariales. Los historiadores nos critican, los sociólogos nos critican, los estudios culturales no existirían sin nosotros. Pero cuando uno cubre la actualidad, cuando se cubre en lo que el país anda, la teoría no funciona. Los medios no pueden cubrir perfectamente la realidad con teoría. Cuando alguien quiere criticarnos van a los medios a consultar el archivo, somos el archivo en vivo y en directo, esos documentos no existen por otro lado. El gran aporte de los medios es tener un periodismo de tipo notarial en el cual se registran, con todos sus prejuicios, los hechos del país. También hay que ver la historia del periodismo en Colombia, y no podría ser de otra forma si el periodismo nace como hijo de los ricos,  de las élites, y eso corresponde a un lugar de enunciación particular. El 9 de febrero se celebra el día del periodista en Colombia, ese día Manuel del Socorro Rodríguez fundó el periódico Santa Fé de Bogotá como un encargo del virrey. El periodismo en Colombia nace como hijo del virrey para narrar al virrey. El periodismo ha narrado en forma de partido de fútbol porque el conflicto armado se convirtió en una guerra en la que se daban partes de guerra, se narraban cuántos muertos de cada lado, esa fue la narrativa y cuando el conflicto es tan directo es difícil pensar en otras formas de narrarlo. Eso es entendible. Por último, lo que la Comisión de la Verdad está invitando a hacer y que por ahora sólo lo está haciendo la Universidad de Antioquia, es un proyecto interesante para construir memoria histórica. La Comisión invita a que, de manera autocrítica, cada institución del país construya su memoria histórica y así dé cuenta de su papel en el conflicto. La Universidad de Antioquia certificó 300 casos de violencia y señala el papel que cumplieron profesores y estudiantes, las otras universidades e instituciones deberían hacerlo, para que los académicos podamos identificar nuestro papel en el conflicto armado colombiano ¿en dónde estábamos cuando pasaban cosas? Eso le falta también a los medios, a la academia, a la iglesia, a las ONG, a los partidos políticos.

Ya con el posacuerdo los medios no han podido entender que hay un nuevo relato de país, que nació un nuevo mito fundador, y que ese relato nació, está vivo. Se puede disentir, la Comisión de la Verdad funciona, la JEP funciona, la institucionalidad que creó el acuerdo de paz existe. Hay que narrar de forma distinta, hay que cambiar el lenguaje, los formatos. Ahora, en términos narrativos los medios deben prestar atención a lo siguiente: primero, cuando estamos en guerra, las voces fuertes son los actores de la guerra; cuando estamos en paz, la voz fuerte es la ciudadanía, hay que darles posibilidad de expresión. Segundo, se cambia el lenguaje de partido de futbol, de confrontación a una ambigüedad en donde nadie es bueno ni malo, en donde la paz se hace entre todos. El lenguaje cambia y eso no lo hemos sabido hacer, tampoco hemos aprendido a cuidar las palabras. El mito fundacional de Colombia después del acuerdo de paz habla sobre el futuro; el mito anterior, el de la guerra habla hacia el pasado. La paz como relato está funcionando.