Escudo de la República de Colombia

“Hay un país diferente al que el gobierno no quiere ver”

26 de noviembre

Por: Mariana Delgado Barón.


Las movilizaciones de los últimos siete días que se han vivido en el país están llenas de imágenes de miles de jóvenes que han salido a las calles, en diferentes ciudades, y que han hecho sentir su voz de inconformidad frente a un gobierno que no ha sabido escucharla. Pero estas movilizaciones en Colombia no han sido las únicas,  ni las primeras, en la región. Conversamos con Catalina Jiménez, profesora e investigadora de la Facultad de Gobierno, Finanzas y Relaciones Internacionales de la Universidad Externado de Colombia, sobre este clima político y social que vive América Latina.


Hemos visto en las últimas semanas fuertes movilizaciones en diferentes países de América Latina como Chile, Bolivia, Ecuador, que han tenido diversas motivaciones y diversas causas. Hemos visto muchos jóvenes saliendo a las calles, exigiendo reivindicaciones sociales políticas, económicas. Encontramos un malestar latinoamericano ¿Qué tienen en común estas movilizaciones?


Creo que hay tres cosas en común en estas movilizaciones. La primera tiene que ver con la crítica al modelo económico, en cuanto a la estructura de distribución y el tema de equidad. La segunda tiene que ver con ciudadanías que son distintas, quienes salen a las calles son hijos de la transición democrática, por ejemplo en el caso chileno, las personas que han salido a manifestarse no son personas que vivieron la dictadura, son los hijos de la democracia, aquellos que nacieron después de la transición política. Las personas que se han movilizado son personas que han vivido en unas democracias más solidificadas o más procedimentales y con menos espacios autoritarios. La tercera tiene que  ver con  una situación de indignación en temas de representación política relacionada con la crisis de los partidos políticos y la desconexión evidente de los líderes de los partidos con la sociedad. Esas son tres grandes características que tienen estas movilizaciones. Además todas usan repertorios de acción similares, está la protesta con performance, el uso artístico a través de la marcha, el cacerolazo que en Colombia es novedoso. Estas movilizaciones tienen en común también el número de personas que salen a marchar, pero hay condicionantes distintos que tienen que ver con el sistema político de cada país. El caso chileno no tiene que ver con un tema electoral, pero en Bolivia sí. El caso boliviano tiene que ver con una situación institucional de un tema que afecta a la región, que es el tema de la reelección, que crea una tensión en el sistema político. Los canales institucionales, que son los canales de los partidos para llevar recoger estas demandas, se desbordaron y pues como una olla a presión empieza a salir esa voz de inconformidad y cuando eso sucede se comienzan a unir otras voces de ciudadanos que comúnmente no hablan. Salen unas demandas muy estructuradas y junto a estas aparecen otras demandas que alimentan esta sensación de indignación, inseguridad, incertidumbre. A esto se suma que se encuentran frente a una élite política que no ha sabido reencaucharse o reacomodarse, que no ha sabido tener nuevos liderazgos que sean más transversales y transparentes. Hay una situación de evidente tensión en la región.


El caso de Chile nos muestra una movilización masiva y fuerte. Los jóvenes chilenos han salido durante días y semanas a las calles reclamando un serie de reformas estructurales en el sistema de salud, en el tema de pensiones y en la educación ¿Cuál es la gran enseñanza que puede salir de esta movilización?


En Chile los estudiantes y la movilización juvenil siempre han estado. Hay que recordar la rebelión de los pingüinos, incluso durante la dictadura los estudiantes estuvieron haciendo un repertorio de acción. Recordemos las movilizaciones de 2013 que pusieron a Bachelet contra las cuerdas y la obligaron a hacer una reforma al sistema educativo. En este país hay una organización social que se va renovando y que siempre está presente. Chile también tiene un aspecto sindicalista muy fuerte, con la dictadura se durmió esto, pero no desapareció. Ya en democracia, la gente vuelve a organizarse porque si bien el sistema chileno, de democracia pactada, en algún punto encontró términos económicos en donde izquierda y derecha podían estar de acuerdo, el modelo comenzó a desmoronarse porque choca con otras demandas y otras ciudadanías. Esto hace que Chile, un país estable en términos macroeconómicos, empiece a debilitarse y a perder esa capacidad de una calidad de vida mejor que el resto de la región. Es un caso que pone contra las cuerdas al gobernante, pero en donde no se pide la división de la democracia y eso es un aspecto significativo en todos los casos. En ninguno de estos países las movilizaciones están pidiendo el cambio de un sistema democrático, lo que se quiere es una reforma del sistema democrático actual. En Chile la movilización sí ha funcionado para hacer cambios. Los movimientos sociales son disruptivos y vemos en estas movilizaciones en la región repertorios de acción que se comparten y copian de un país a otro. En Chile, el gobierno ha comenzado a ceder y por ende las movilizaciones también.


Así como hemos visto en Chile la fuerza de la movilización hemos visto también la fuerza de la represión. Allí ha estado firme el aparato represivo del Estado, y hemos visto violaciones de derechos humanos, violencia sexual, tortura, homicidios y cientos de jóvenes que han perdido un ojo o ambos a causa de la acción desmedida de este aparato ¿Qué se puede decir de ese aparato represivo cuando estamos en sistemas democráticos y cuando existe un discurso que defiende el fortalecimiento de la democracia?


Hay cosas que en la transición a la democracia en Chile se pactaron, por ejemplo temas de procedimiento institucional, temas de participación, pero cuando las fuerzas armadas entregaron el poder hubo cosas que no se negociaron porque eran intocables, por ejemplo, aspectos relacionados con la visión de la seguridad y con la visión del opositor. Aunque las fuerzas armadas venían haciendo cambios, ante esta movilización que fue tan violenta al inicio, no supieron tener una respuesta específica, no supieron cómo responder y ahí hay un problema con el protocolo de respuesta que debe tener el cuerpo policial. A lo anterior hay que sumar que eran manifestantes que no habían vivido la dictadura y para ellos la policía y los carabineros eran otra cosa, no tenían ese significado de persecución de la dictadura, aunque lo sabían en la narración de su historia, pero no se habían enfrentado en la calle con ellos de la misma manera, entonces no había miedo. Así como hubo manifestaciones con muestras de agresividad, la respuesta fue devastadora y eso le costó al presidente Piñera. Allí también se ve un fraccionamiento de las fuerzas armadas, unos con una visión de mantener ese elemento autoritario y otro sector más progresista. En Chile se está viviendo un segundo momento de transición que a la vez es una misma reacomodación del sistema político y de los partidos.


En relación con nuestra propia coyuntura, en estos siete días también hemos visto a miles de jóvenes saliendo a las calles, en diferentes ciudades, con unos repertorios de acción que no habíamos visto en movilizaciones anteriores, acompañados de otros actores sociales ¿Qué demandas hay allí?


Esta movilización arrancó con el tema estudiantil de la Universidad Distrital. Los movimientos estudiantiles no surgen esporádicamente, son producto de organizaciones que quedan en latencia y luego regresan. La movilización estudiantil en Colombia ha sido un movimiento disparador que aglutina ciertas demandas. Ha habido una movilización estudiantil en los años 60/70, en el movimiento por la Séptima Papeleta, en el 2013 con la MANE. Ahora hay un movimiento, menos organizado que la MANE y hay un tema de transparencia, en el caso de la Universidad Distrital. A partir de eso se fueron sumando otro tipo de necesidades respecto a cobertura, calidad y acceso a la educación. Las universidades privadas siguieron marchando porque el asunto trascendió con la represión del Esmad a los estudiantes de la Javeriana. Con ese primer disparador arranca el resto, eso es lo que llamamos la estructura de oportunidad. Cuando hay un gobierno que no tiene mucha popularidad y cuando su gobernabilidad está menguada en varios niveles y cuando hay un tema de transición  hacia la paz que no termina de darse, el movimiento estudiantil surge y empieza a adicionarse todo lo demás. Surgen demandas tangibles como acceso a tierras, respeto de los derechos humanos, salud, mejoras laborales y hay otras intangibles como la paz, la justicia, la verdad. Cuando sale una voz y las otras pueden salir y unirse tenemos un coctel que puede ser bueno o no tanto. Un punto a destacar es que no todas las organizaciones apuestan por acabar un gobierno, hay una disparidad de opciones y de intereses que lograron articularse para la movilización, pero cada una tiene su propia agenda. Esto demuestra que el gobierno colombiano analiza al país con base o teniendo en cuenta un país que ya no está, el país del conflicto con las FARC, pero tenemos un país distinto con una ciudadanía diferente. Tenemos además una población juvenil muy alta que está informada, independientemente de la calidad de la información, que es muy política y que está interesada por el país. Pero el gobierno sigue viendo a la población de una forma dual: amigo- enemigo y no tiene en cuenta la diversidad de la población y de intereses que hay. Existe una desconexión allí. Hay una ciudadanía y un país diferente al que el gobierno no quiere ver o entender. Detrás de esto también está la discusión sobre el modelo de país que se quiere o el modelo de democracia al que se aspira.


Hagamos un paréntesis para regresar y hablar sobre la trayectoria del movimiento estudiantil en Colombia ¿Qué repertorios de acción colectiva tradicionalmente se han usado? ¿Qué logró ese movimiento?


El primer cambio lo vimos en la constitución del 91 con el movimiento de la Séptima Papeleta, que fue más institucionalizado. A partir de los 90 y de la entrada al siglo XXI, el movimiento estudiantil comenzó a reflexionar sobre qué podía hacer para contar con el apoyo de la población para dar legitimidad a sus demandas. Esa movilización de la MANE en 2011 y 2013 fue la más novedosa en términos de repertorios de acción, que no eran nuevos en otros países de América Latina. Arrancamos con el besatón, el desnudatón, con el uso más fuerte de performances artísticos, con abrazos a los policías, con los carnavales y el uso de las marionetas, y esto hace que la protesta se haga desde otros ángulos que permiten una mayor legitimidad. También permite una construcción  de la política desde otros lados, eso no le quita seriedad a la protesta y la gente se puede conectar más fácil. El movimiento estudiantil ha sido muy ingenioso.


¿Está surgiendo un nuevo sujeto político?


Hay un sujeto político más dimensionado, no sé si nuevo. Por primera vez, muchos de nosotros estamos entendiendo que somos sujetos políticos. Una de las cosas que se trató de hacer con el proceso de paz es hacernos entender que todos somos sujetos políticos en un proceso. Ahora nos encontramos con un sujeto que está indagando por lo que está pasando en el país. Además este sujeto político requiere que exista debate y salir a la calle, escuchar al otro, así tenga una agenda diferente.


La fuerza de la movilización en Colombia ha estado acompañada por una fuerte y represiva respuesta por parte del Esmad ¿Qué mensaje le envía el gobierno a los ciudadanos que se movilizan cuando les envía el Esmad, cuando decreta un toque de queda?


El Esmad venía entendiendo mejor la movilización bajo el gobierno de Juan Manuel Santos. En las movilizaciones el Esmad siempre acompaña, y después de las movilizaciones de los estudiantes en 2013 el Esmad no había actuado como lo ha hecho en las presentes movilizaciones, no había usado aturdidoras, ni se habían usado tanquetas en algunas localidades. La llegada de un ministro de defensa distinto al del gobierno de Santos, hizo que el Esmad volviera a una narrativa diferente sobre el tema de las movilizaciones y en este sentido comenzamos a ver un Esmad más combativo, eso lo vimos en las movilizaciones del Cauca, por ejemplo. En las movilizaciones del pasado 21 de noviembre había mucho miedo no sólo por parte de quienes se movilizaron sino también por parte del Esmad, que son ciudadanos. esto no justifica sus acciones, su respuesta ha sido completamente errónea y desmedida. El Esmad  no sabe qué hacer frente a este tipo de movilizaciones. El uso de la fuerza tiene que ser el último recurso a emplear, pero en este caso ha sido el primero. En Tunja el Esmad no salió por orden del gobernador de Boyacá, que fue parte de la organización estudiantil por mucho tiempo, y tuvimos unas movilizaciones tranquilas, sin violencia. Hay que reevaluar el papel del Esmad dentro del juego de la democracia.

¿Cuáles han sido las principales fallas del gobierno en relación con esta movilización? Aparte de los desmanes del Esmad con los cuales el gobierno también envía un mensaje a la ciudadanía


El gobierno pretendió hacer sentir que las movilizaciones no son importantes, subestima la movilización y la capacidad de la sociedad civil para organizarse. Pero los siete días de movilizaciones han demostrado que la gente sale a la calle bajo ciertas condiciones. Incluso a la gente no le importó el toque de queda, el cacerolazo se dio durante este, y eso no hubiera sido posible en una Colombia de los años noventa. Se tiene una visión, muy de la Guerra Fría, de que cuando la sociedad civil se moviliza lo hace para derrocar al Estado y eso no es así. Con la campaña de miedo se comenzó a crear una mayor incertidumbre y el gobierno tampoco la supo desvirtuar a tiempo. Con el cacerolazo, que arrancó en Cali, ese miedo se superó. Cuando el gobierno se dio cuenta de que con el cacerolazo la movilización se iba a prolongar, comenzó a patinar y se da cuenta de que tiene que negociar. La movilización ha sido sostenida,  pero el gobierno no sabe cómo negociar. No creo que estemos en una crisis de gobernabilidad profunda, pero sí hay inexperiencia para negociar, el gobierno además mira a estos actores como actores sociales únicamente y no como actores políticos, pero estos tienen una agenda política y quieren respuestas estructurales, no coyunturales.