Escudo de la República de Colombia

“La memoria es un lugar de enunciación”

19 de febrero

Por: Mariana Delgado Barón.

Como producto del proceso de paz firmado entre el gobierno de Juan Manuel Santos y la antigua guerrilla de las FARC-EP se crea en el país el Sistema Integrado de Verdad, Justicia, Reparación y Garantías de no Repetición. Hacen parte de este sistema  la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (o Comisión de la Verdad), la Unidad de Búsqueda para Personas dadas por Desaparecidas y la Jurisdicción Especial para la Paz. En este contexto, la construcción de memoria histórica continúa siendo un campo de disputa en la actual coyuntura política del país, a lo que se suma la postura particular, y no menos problemática, del gobierno de Iván Duque frente a esta materia.

Conversamos sobre la importancia de la memoria histórica en Colombia, y otros temas relacionados, con María Emma Wills, reconocida politóloga, que hizo parte del equipo del Centro Nacional de Memoria Histórica, e integrante de la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas.   

¿Cuál es el papel que cumple la memoria histórica en un país como Colombia, con  décadas sumadas de conflicto armado y con millones de víctimas?

La memoria histórica es importante porque hemos convivido con el conflicto durante muchas décadas y esa convivencia no nos permite ver lo grave de lo acontecido durante todos esos años, no vemos lo dramáticamente grave que ha sido el conflicto armado. Hay una habituación con el conflicto, sobretodo de las personas que no están directamente afectadas por el mismo. La memoria es un lugar de enunciación, es la manera como se enuncia el pasado y también da cuenta de quiénes lo enuncian. En nuestro caso es muy importante porque la enunciación viene de la mano de la voz de las víctimas y ellas tienen una enorme potencia porque interrogan esa convivencia y normalización de la violencia a partir de sus vivencias y de su sufrimiento, pero también a partir de su resiliencia. En las víctimas no solo tenemos historias estremecedoras de crueldad, sevicia y ferocidad, sino también de resistencia, de activación de la vida y de reconversión en proyectos de vida que son dignificantes. Por eso es tan importante la memoria histórica en un país como Colombia, porque interroga lo que ya no vemos, o lo que no queremos ver, interroga esa falta de solidaridad con otros conciudadanos y conciudadanas que han padecido los horrores de la guerra y nos interroga sobre el proyecto de nación que tenemos para el futuro.

Ya que mencionas a las personas que no han sido directamente afectadas por el conflicto ¿Cómo hacer para que estas personas, que no quieren conocer esos horrores del pasado, se interesen? ¿Qué hacer para que sean empáticas, para acercarlas a las diferentes historias del conflicto?

Todo se cultiva en la vida. Los seres humanos no nacemos con una identidad inmodificable, por el contrario, los seres humanos estamos inmersos en contextos y estos son los que moldean nuestras emociones y sentimientos. En estos contextos, los medios de comunicación, la academia, las instituciones encargadas de divulgar una mirada sobre el pasado y sobre el presente deberían conminar a esa ciudadanía a estar interesadas por lo que nos pasó, porque lo que nos pasó nos explica en parte lo que somos hoy en día. El pasado deja huellas en el presente y si no miramos esas huellas no se entiende qué está pasando en el país y qué está en juego.

En relación con el Centro Nacional de Memoria Histórica, el nombramiento del actual director, Darío Acevedo, que recientemente cumplió un año en el cargo fue y sigue siendo cuestionado por diferentes sectores sociales y políticos del país ¿Qué mensaje le envió el presidente Duque al país con este nombramiento?

Todos los académicos que Duque propuso provenían de una facción del Centro Democrático. Todos tenían un sello partidista muy claro, no sólo eran académicos, sino que eran militantes y en esa militancia eran muy vociferantes en sus posturas sobre el acuerdo final de paz y sobre las negociaciones que entabló el gobierno anterior con las FARC-EP. Creo que el criterio de selección era ante todo partidista y si bien la memoria es política, esa dimensión política no tiene que ver con que seas militante de un partido, sino con que quieres ponerte del lado de la causa de todas las víctimas y que entiendes que la voz de ellas tiene un elemento político porque pone las responsabilidades de los perpetradores en el centro del análisis político. Lo político tiene que ver con responsabilidades, no con que seas militante. Cuando con el equipo anterior del CNMH hacíamos memoria histórica no pensábamos que queríamos ensalzar un partido político o una mirada partidista particular sobre el conflicto armado. Estábamos comprometidos con brindar herramientas a la opinión pública sobre las condiciones que habían hecho posible el conflicto armado, su prolongación, su ferocidad y su degradación. Esto último era una parte muy académica de lo que hizo el CNMH, que no era solo escuchar la voz de las víctimas sino escuchar lo que ellas nos tienen que enseñar sobre los contextos que hicieron posible las violencias que fueron ejercidas sobre ellas. Las víctimas son enunciadoras del sufrimiento, pero también tienen una mirada sobre lo local y lo regional que es muy importante para entender qué pasó, ellas también señalan responsables. Esos señalamientos de responsabilidades pasaban luego por el tamiz de otras fuentes como archivos de organizaciones sociales y estatales como la Fiscalía, el Observatorio de DD.HH de la Presidencia cuando existía,  la Defensoría del Pueblo y su sistema de alertas tempranas. Cuando se hace memoria histórica uno no está pensando en proteger la honorabilidad de un sector y favorecer unas víctimas en particular, eso es convertir a la memoria histórica en un campo de debate partidista y esto da una mirada particular y estratégica, porque quiere proteger a los “nuestros” y poner en evidencia lo malo que hicieron los “otros”, entonces la memoria deja de tener un valor pedagógico, porque todo el tiempo estás protegiendo a los “tuyos” para demostrar quiénes eran los “malos” desde tu punto de vista. Estás dejando de lado esa autonomía intelectual y académica que te permite señalar, vengan de donde vengan, las atrocidades que se cometieron en el marco de un conflicto armado. Además, en el marco de los conflictos armados internos efectivamente los actores involucrados cometen atrocidades, todos, aquí no hay un lugar de bondad esencial que se le pueda otorgar a uno de los bandos o una maldad esencial que se le pueda dar al otro bando. Todos están implicados en atrocidades, pero la pregunta no es quien apretó el gatillo. El problema es todo el entramado que hay detrás. Cuando se hace memoria histórica con seriedad se busca poner en evidencia entramados, alianzas, marcos interpretativos que permiten entender por qué las personas hacen cierto tipo de cosas como si fuera lo más natural. El juicio de responsabilidades va más allá de un juicio a un individuo. Lo que se necesita históricamente para que esos ciclos de violencia no se repitan es entender cómo fue posible, qué lo hizo posible. Es muy irritante pensar que la memoria histórica está al servicio de una facción de un partido político.

Hay muchas decisiones que el Director actual del CNMH ha tomado que son cuestionables y que por supuesto han tenido repercusiones, una de estas fue la expulsión del Centro de la Red Internacional de Sitios de Conciencia ¿Qué es esta red? ¿Qué implica esta expulsión?

Este tipo de iniciativas está relacionado con cómo el Holocausto en la II Guerra Mundial interrogó a toda la Europa “civilizada”. Se puso en evidencia cómo toda la razón de Estado, que se suponía era humanista, se podía convertir en una máquina y engranaje burocrático para acabar con toda una población en razón de su filiación a una religión, o a una comunidad religiosa, o en el caso de Alemania, con la persecución a los comunistas, a las personas homosexuales, a la comunidad Rom. Todo el andamiaje de la razón de Estado se podía poner al servicio de un genocidio. Frente a eso ¿qué tienes para salvar al mundo? pues la conciencia. Los sitios de conciencia tienen una apuesta ética muy profunda y es que si comprendemos esos entramados que hicieron posible el horror, vamos a cultivar en la ciudadanía la posibilidad de convertirse en una barrera frente a la posibilidad de que eso se repita. Esos sitios de conciencia nacen para cultivar en la opinión pública empatía, lucidez, espíritu crítico, con el fin de que tengan los criterios de ser sujetos históricos comprometidos con un proyecto humanista incluyente que nos salve de los discursos discriminatorios que andan sueltos. Ese es el origen y el proyecto de esos sitios de conciencia que buscan interrogar la indiferencia y el silencio.
Ahora, al final de todo conflicto armado vamos a encontrar a los actores directamente implicados tratando de hacer de la memoria un campo de divulgación de discursos justificatorios y heroicos. Lo que acontece después de los conflictos armados es una disonancia cognitiva a gran escala y eso es no querer ver la realidad y no querer asumir responsabilidades. Negar o no reconocer lo que pasó hace que las personas mantengan esas disonancias cognitivas y naturaliza la crueldad que se ejerció durante el conflicto. En las naciones en donde han ocurrido hechos similares lo primero que surge es un negacionismo profundo. Cuando hablamos del pasado hablamos del presente y de las deudas democráticas que tenemos en el presente frente a ciertos sectores. Tiene que existir un sector de la academia comprometido con el rigor histórico, hay hechos, hay patrones que muestran entramados que hay que hacer evidentes. El mismo director actual, Acevedo, hace parte de un entramado ¿Cuál? Un sector del Centro Democrático que tiene una mirada muy particular sobre la historia de Colombia, que es una historia en donde había un Estado democrático que ofrecía todas las garantías civiles y políticas a los colombianos, donde no tenía deudas pendientes y en donde hubo una guerrilla “bárbara” que tiró la primera piedra y por eso se hizo ilegítima e ilegal. Hay una discusión sobre el tipo de democracia que queremos en el futuro que tiene que ver con el tipo de democracia que hemos tenido hasta hoy. Esta facción del Centro Democrático se ha autoconvencido de que aquí todo estaba bien. Cuando nosotros hicimos memoria histórica tuvimos una relación interinstitucional con los organismos de memoria histórica que creó la fuerza pública para sus propios procesos de memoria sobre el conflicto armado. Esa relación se dio de 2012 a 2018 y estuvo surcada de tensiones porque algunos sectores de esos organismos tenían la misma mirada de la facción del Centro Democrático que está dirigiendo hoy el CNHM. Esa mirada está permeada por una disonancia cognitiva que no te deja ver hechos, ni patrones y por supuesto no permite que se reconozcan responsabilidades sobre los abusos y prácticas antidemocráticas que se dieron institucionalmente en este país como la tortura.

Si tenemos en cuenta la disonancia cognitiva de esa facción partidista que mencionas, más los horrores que ciertos sectores no quieren reconocer y los hechos victimizantes de un conflicto degradado ¿Cómo se refleja la postura de esos sectores en un museo de la memoria? ¿Qué tipo de museo de la memoria se va a tener?

Para que la memoria histórica interrogue tiene que hacer un enorme esfuerzo de rigor y de integrar miradas, archivos y diversos aspectos. La memoria heroica, por el contrario, censura unos aspectos, los deja por fuera, los excluye y enaltece otros. Un ejemplo son las líneas de tiempo que hay en la sala de la memoria del Museo Militar. Ese museo enaltece a las víctimas de la fuerza pública, y eso es bienvenido. En esa sala tenemos la historia de un sargento que fue secuestrado, encontramos la historia de su sufrimiento y de la dignidad con que afrontó su drama, tenemos la mirada de su familia, tenemos todo el aspecto empático de reconocimiento de la víctima, pero cuando pasamos al contexto, a las líneas de tiempo, al cómo se explica lo que ocurrió, en lugar de mostrar allí todos los horrores de todos los lados, empieza a limpiarse esa línea para que la fuerza pública quede enaltecida en su totalidad. Se pasa de una disonancia cognitiva individual a establecer unos dispositivos institucionales para que esa disonancia se convierta en verdad. ¿Qué vamos a aprender de eso? No hay posibilidades de aprendizaje de una historia con tanto sesgo y censura. En este ejemplo no se ve la complejidad de una realidad y tampoco se va más allá de decir que hay buenos y malos y eso es necesario para entender las deudas que aun hoy tiene nuestra democracia.

Ya que mencionas el tema de la verdad ¿cómo se articula el trabajo que viene adelantando la Comisión  de la Verdad con el acumulado con el que venía el CNMH?

Nosotros nos reunimos, antes del cambio de gobierno, con varios integrantes de la Comisión. Entregamos archivos, también se hicieron esos balances que eran esfuerzos de síntesis de los hallazgos encontrados por el CNMH en el trabajo de campo y de archivos que veníamos haciendo. Si bien todo eso fue entregado, había una necesidad de la Comisión de establecer un lugar autónomo frente a la tarea que se les había encomendado. Hubo por parte de la Comisión una necesidad de constituir su identidad. Entiendo y valido esa necesidad de autonomía de la Comisión, pero creo que lo que hace el CNMH es acortar caminos.

¿Cuáles consideras que han sido las principales dificultades que ha encontrado la Comisión de la Verdad para llevar a cabo su mandato?

No he querido opinar mucho por respeto a esa autonomía que tiene. Sin embargo, hay varias dificultades, unas de orden externo a la Comisión, relacionadas con el contexto. Cuando nosotros comenzamos como grupo de memoria histórica, esta memoria estaba en boca de organizaciones de víctimas y de derechos humanos, y era muy importante para ellas porque sabían que era un elemento para luchar contra la impunidad en este país, pero en el ambiente político no se le reconocía mucho valor. Como la memoria histórica se convirtió en un campo de articulación de fuerzas sociales que luchan contra la impunidad y por el reconocimiento de responsabilidades, adquirió un estatus en la agenda pública, en los medios, en la academia y entonces se convirtió en un elemento de preocupación política de los partidos y de los sectores o facciones que tienen esa mirada de que aquí hubo héroes y villanos. Eso hace que hoy en día la Comisión no pase desapercibida. Además, esos sectores que ven la memoria histórica como un lugar en donde se juega el honor, hacen difícil que la Comisión encuentre un contexto amable en donde pueda hacer su trabajo sin ninguna prevención. Pero también la Comisión tiene, como todo grupo humano, procesos internos que son exigentes. Hay una serie de personas que no se conocían de antes, que no habían trabajado como grupo cohesionado y que tienen que generar unos mínimos comunes sobre cómo desarrollar su mandato y eso toma tiempo. Cada uno de los miembros de la Comisión fue designado por el comité de designación y por lo tanto tiene una independencia frente a la cabeza de esta institución. Ellos tiene una legitimidad propia y articular un grupo así es más difícil.

¿Cuáles han sido sus principales logros?

La Comisión ha tenido varios logros, por ejemplo los diálogos regionales son una puesta en escena, muy potente, de interpelación ética a la sociedad. Sin embargo, a esos rituales y ceremoniales del sufrimiento les falta la pata de la historia, el entramado, para que podamos comprender qué fue lo que nos pasó. Poner de manifiesto cómo el pasado se ubica en el presente ha sido un gran logro de la Comisión. La Comisión tiene muy claro que el pasado incide en el presente y hay que seguir insistiendo en que lo que pasa y sigue pasando degrada la democracia y que todos tenemos que encontrar los caminos para fortalecer las respuesta democráticas a los desafíos que tenemos como sociedad.

¿Estamos preparados, como sociedad, para conocer esos horrores del pasado?

Todo se cultiva, el ser humano no tiene una esencia per se, está anclado a una situación histórica en la que a su vez se cultiva una mirada, una escucha y un compromiso por saber qué nos pasó. Esa mirada pasa por la escuela, por los noticieros, y allí podemos cultivar la escucha de manera empática. Si alguien no quiere escuchar, si la sociedad no quiere enterarse, se tiene que tener todo el sistema educativo volcado y los medios de comunicación y las artes para que aprendamos a escuchar. ¿Tú crees que los alemanes querían escuchar? No, ellos diseñaron muchas políticas en la cultura y en la educación para entender qué había pasado.