Escudo de la República de Colombia

“No hay ni buenos, ni malos"

30 de mayo

“No hay ni buenos, ni malos, hay una suma de circunstancias que hacen que los seres humanos tomen uno u otro camino”

El pasado 30 de mayo se proyectó, en el auditorio Virginia Gutiérrez, el documental El silencio de los fusiles dirigido por Natalia Orozco. Conversamos con la periodista sobre este trabajo que recoge un esfuerzo por mostrar el detrás de cámaras de las negociaciones de paz entre el equipo negociador del gobierno de Juan Manuel Santos y la antigua guerrilla de las FARC.  

¿Por qué nace la idea de realizar El silencio de los fusiles? ¿Por qué realizar un documental sobre el proceso de paz entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las FARC?

Yo vengo de una familia, que como muchas en Colombia, tiene muchas contradicciones. La primera: mis papás son de origen humilde, unos trabajadores incansables que lograron que yo naciera en unas condiciones muy privilegiadas.  En la mesa nos recordaban que ellos habían sido guerrilleros urbanos, que nunca habían tomado las armas, pero eran de movimientos de izquierda que reivindicaban, reivindicaron y reivindicarán que la causa de tanta sangre en Colombia es la inequidad. Era muy raro, porque alrededor mío, en donde estudié y mis vecinos, se hablaba de las guerrillas como unos narcoterroristas, como como personas a las que se debía bombaerdear o desaparecer, y luego mis papás volvían y nos ponían los pies en la tierra. Crecí en esa dicotomía, obviamente mis papás en contra de toda violencia, pero defendiendo la idea de que la reivindicación social en Colombia no es solamente una necesidad sino un deber moral. Cuando tuve la oportunidad de ir a ver otras guerras, como lo hice en África, en Libia, o como lo hice en Egipto, estaba buscando respuestas y cuando inicia el proceso de paz en Colombia yo estaba lista para buscar mis propias respuestas, ese es el origen de El Silencio de los fusiles. ¿Quiénes son esos hombres y mujeres que reivindican algo? lo que puedo decir con toda serenidad es que creo profundamente en la necesidad de reconocer la responsabilidad de las élites en esta guerra, en la responsabilidad de los medios de comunicación, en la responsabilidad de la guerrilla que se degradó, en la responsabilidad de los grupos paramilitares que nunca tuvieron ninguna razón para existir, en la responsabilidad de ejército y de la policía. El silencio de los fusiles tiene una que otra respuesta. Después del documental yo salgo con nuevas preguntas.

¿Las expectativas iniciales que tenías, cuando estaba germinando la idea del documental, se mantuvieron durante su realización o cambiaron?

Yo creo que hubo momentos. Haciendo este documental entendí que me mintieron en el colegio, en la iglesia y mis papás también cuando me decían que había buenos y malos. Esa fue la primera lección. No hay ni buenos, ni malos, hay una suma de circunstancias que hacen que los seres humanos tomen uno u otro camino que tienen unas consecuencias, unas más perversas que otras. Personas que han hecho cosas profundamente malas en algún momento, pueden ser héroes altruistas en otros escenarios y personas que uno cree absolutamnente impolutas, buenas, ejemplares, pueden tener unos momentos de perversidad y de egoísmo inenarrables. Yo confirmé que eso que me habían enseñado, sobretodo la iglesia católica, sobre lo bueno y lo malo es paja. De ahí para adelante, hubo momentos en los que me sentía muy cerca a lo que reivindicaba Humberto de la Calle, otros a lo que reivindicaba Pablo Catatumbo, y otros en los que entendía la justificación del ejército para algunas cosas, pero nunca para los “falsos positivos”. Yo creo que las expectativas no se confirmaron, se abrieron nuevas preguntas, fue un navegar en lo complejo y lo contradictorio que somos los seres humanos y entender que así como dentro de cada uno de nosotros puede haber un héroe, puede haber un monstruo también.

¿Qué fue lo más difícil de realizar el documental?

Primero, ganarme la confianza de la guerrilla, al comienzo yo era para ellos la pequeñoburguesa que había trabajado para RCN, que supuestamente no sabía del dolor del campo y en el fondo tenían razón. Después entendí que efectivamente yo sabía muy poco del dolor de lo que ha vivido la Colombia profunda. Lo otro, fue ganarme la confianza del gobierno. Sobre todo, para Sergio Jaramillo, a quien conocía desde hace muchos años, todo lo que no controlaban, lo querían destruir porque estaban muy asustados. Les parecía que yo era muy sospechosa. Después de haberme ganado la confianza, me tocó legitimarme como mujer porque los hombres que han hecho cubrimiento del conflicto han sido Hollman Morris, William Parra, Jorge Enrique Botero, entonces cuando llega una mujer, comienzan a correr los rumores de que tengo seducidos a los negociadores, tuve que hacerme respetar en nombre de todas las periodistas que hacen un trabajo maravilloso. Y luego fue la batalla que emprendí conmigo misma, me cuestionaba sentir simpatía por el General Flórez cuando yo sabía que los falsos positivos no pudieron suceder sin que ellos no supieran o cuando sentía simpatía por Pablo Catatumbo, si yo sabía que ellos habían cuidado “retenidos” como les decían a los secuestrados. Me cuestionaba sobre mis valores y principios y pensaba que mi ética era absolutamente flexible. La batalla más difícil que me tocó cubrir fue la mía.

¿Qué ha sido hasta el momento, desde la realización del documental, lo más gratificante?

En Cartagena, cuando abrimos el festival de cine, su edición número 37; fue la primera vez que abrieron con un documental. Ver que por primera vez en la historia cultural de Colombia, militares, el presidente, guerrilleros, negociadores y otros políticos, eran capaces de sentarse a escuchar críticas duras que les hice a todos, y después de tomarse un vino, de una manera civilizada aceptar que todos hemos cometido errores. Ese día y en muchos otros espacios, en los 42 festivales en los que hemos participado, ha sido grato encontrar a colombianos y colombianas que si bien no creen en el proceso de paz, valoran el esfuerzo realizado para poder escuchar a ambas partes del proceso. Demostrar que detrás de esta guerra hay unos dramas humanos en todos los bandos y en las víctimas. Y por último, haber creado cine para sanar, una metodología con la que estamos formando líderes sociales para que reivindiquen con fuerza sus razones y causas, sin que los estigmaticen.  También haberle cumplido a Colombia la promesa de llevar el documental a municipios, veredas, cabildos. Haber recorrido Colombia es un deber moral como periodista, algunas de las estrellas del periodismo colombiano han sido muy irresponsables, hablan sobre la paz y la guerra desde los estudios de algún medio sin jamás haberse sentado en Orito, Putumayo, o en Caldono, Cauca, o en Dabeiba a escuchar a las víctimas de lado y lado.

¿Cómo crees que recibió el público colombiano el documental? ¿Qué impresiones tienes de eso?

Para mí ha sido una enorme sorpresa, yo creo que estaba subestimando a Colombia, en este país somos capaces de mostrar gran civilidad, es solamente que presentemos los argumentos de una forma que no nos altere y eso para mí ha sido uno de los momentos más satisfactorios.

¿Qué sentiste cuando se firmó el acuerdo de paz?

Para mí fue una gran satisfacción cuando el acuerdo se ratificó en Bogotá. Cuando me di cuenta que los diálogos de paz se iban a convertir en un acuerdo y que el acuerdo se iba a convertir en una posibilidad me dio miedo, porque por haber estado tan cerca del proceso era muy conciente de los momentos en los que se fue fragilizando la posibilidad de la impementación, pero nunca me imaginé que hoy estuviera abriendo una proyección anunciando que van cientos de lideres sociales asesinados desde la firma, no me inaginé que fueramos a llegar otra vez a este nivel de violencia. Pequé por ingenua.

Este es un retrato íntimo de seres de carne y hueso, de lado y lado, con diferencias ideológicas, que han combatido en diferentes lados de este conflcito armado que es degradado, que ha durado muchas décadas, que ha dejado 8 millones de víctimas, que ha mezclado hechos victimizantes espantosos ¿qué puedes comentar sobre quienes lideraron este procesos como Pablo Catatumbo y Humberto de la calle, quienes a su vez te abrieron el espacio para que pudieras acercarte a los diferentes bandos? también quiero extender la pregunta a otras personas con las que tuviste un intercambio ¿Qué te dejaron esos encuentros?

Unas enseñanzas muy grandes. Lo que me enseñó la integridad, la dignidad, la actitud de Humberto de la Calle fue mucho, él tiene la serenidad que le da a uno el saber que está haciendo lo correcto, de saber que no tiene nada que esconder, eso me impactó mucho. Hoy guardamos una relación, para mí es de admiración y creo que es de respeto mutuo. Pablo Catatumbo me enseñó que todos podemos ser unos seres profundamente crueles y profundamente buenos al interior, conocerlo fue darme cuenta de que yo misma tengo un monstruo dentro. Cuando escuchaba las cosas que las víctimas habían vivido, sólo podía sentir admiración por ellas, por su grandeza al poder perdonar y por eso siempre dedico este trabajo a ellas, mi gran pregunta es esa ¿De qué están hechas esas mujeres como Teresita Gaviria y como tantas otras que hemos conocido en este país?. Aprendí, haciendo este documental, que deberían ser ellas y ellos los que tengan la última palabra.

Has mencionado estos aspectos tan profundos de la condición humana, los seres humanos podemos ser monstruos, pero tambíen de nuestro interior pueden salir cosas maravillosas ¿Qué te impactó de la fortaleza de los sobrevivientes?

Las víctimas llegaron a La Habana llenas de integridad, dignidad y grandeza a mirar a sus verdugos a los ojos y a perdonarlos, pero sin olvidar y a exigirles la verdad. La llegada de las víctimas a La Habana marcó un antes y un después.

Esta no es la primera cobertura que haces de un tema relacionado con un conflicto armado, has estado en África, en Libia, en Egipto, has estado en otros países cubriendo los horrores de lo que somos capaces los seres humanos ¿Cómo tramitas el dolor? ¿cómo te reconcilias con la vida? 

Pensé que era algo que ya había logrado, pero estos días han sido particuarmente difíciles. La semana pasada estaba con las mujeres de la frontera entre México y EE.UU. que se levantan todos los días a hacerle comida a los inmigrantes, estando allá estaba quebrada, hablando con esos inmigrantes me di cuenta de que el infierno sí existe. He tenido un proceso de reconciliación lindo con mi familia, porque cuando estaba en La Habana sentía que llegaba a mi casa y nunca regresaba de allá. Cuando me contaban algo todo me parecía insulso, y empiezo a crear una fractura con mi propia familia, con mis amigas. Aprendí que cada preocupación de cada persona tiene la legitimidad para ser ecuchada y para ser resuelta. Tuve que librar una batalla. Hubo un momento en el documental en el que tuve mucha rabia, mi mamá me decía si esto no te sirve a ti para ser más comprensiva, más generosa, más abierta, entonces no habrás hecho nada. Tuve que parar y buscar ayuda porque tenía una responsabilidad frente a mi familia.

Hay responsabilidades en este conflicto, a pesar de las zonas grises, se pueden identificar víctimas y victimarios de ciertos hechos victimizantes, pero tambien somos conscientes de que en algunos casos esa línea es muy difusa ¿Cuál es la responsabilidad de nosotros, los colombianos, para que estos hechos no se repitan, para que esos horrores dejen de ocurrir?

Hace poco estuve moderando unos eventos de la cancillería alemana y un diplomático alemán me dijo: “no entiendo cómo con todo lo que está sucediendo, ustedes los colombianos no están volcados en las calles”, mi respuesta fue automática: no estamos en las calles porque o no nos duele o porque no nos importa o porque tenemos miedo. Pero cuando la indignación supera el miedo uno sale a las calle, pero tenemos una ausencia de empatía social enorme. Si todo eso está sucediendo y seguimos como si nada es culpa de nosotros, si van más de 700 líderes asesinados y nosotros no estamos volcados en las calles es nuestra responsabilidad, o no nos importa o no nos importa lo suficiente. Lo estamos aprobando como lo hemos hecho tantos años, estamos pecando por omisión.

¿Cuál es la responsabilidad de los medios de comunicación en todo esto?

Es enorme. Quiero ver a las FARC diciendo sus verdades y pidiendo perdón, a los paramilitares, al ejército, a los dueños de los medios, y los grupos económicos, diciendo sus responsabilidades cuando legitimaron lo que hicieron los grupos paramilitares, cuando por alguna informacion irreponsable le pusieron la lápida a campesinos inocentes. La responsabilodad de los medios y de los periodistas es gigante.

Por Mariana Delgado Barón